El niño de los tapones

Hay objetos tan cotidianos en nuestro entorno que uno apenas repara en ellos hasta que un buen día, esos objetos cobran inesperadamente todo su sentido, o quizá lo pierden para siempre. Hace más de dos años alguien puso una caja de plástico en la redacción donde trabajo. Allí van a parar los tapones de las botellas de agua que consumimos. También alguien, de vez en cuando, se encarga de vaciarla y llevarse los tapones “para el niño que está enfermo”.

Sí, ese niño con nombre y apellidos que vive en nuestra ciudad, o a pocos kilómetros de ella, sobre el que todos hemos leído alguna noticia, sobre el que nos han contado que necesita un tratamiento muy caro para superar su enfermedad, o una silla de ruedas que su familia no puede costear, o someterse a una operación que la Seguridad Social no cubre. Ese niño cuya carita hemos visto quizá en alguna foto en el colegio de nuestros hijos, donde nos han pedido que llevemos los tapones que recogemos a diario en casa. Ese niño al cual nuestros hijos se refieren como si fuera uno más de su clase: “Mamá, tengo que llevar al colegio los tapones para el niño enfermito “…

Hoy, mientras trabajaba, un compañero se ha acercado con una botella de agua en una mano mientras sostenía el tapón en la otra y me ha dicho: “¿Sabes que el niño para el que recogíamos los tapones ha muerto?”

Silencio. Frío. Incredulidad. Escuchaba a mi compañero relatar lo dura que había resultado la batalla de este pequeño y su familia por luchar contra su enfermedad, pero mi cabeza se había ido lejos.

Imaginaba a unos padres impotentes por tener que recurrir a la solidaridad en forma de tapón para curar a su hijo

Pensaba en sus padres, abrumados y agradecidos quizá por la solidaridad de muchos ciudadanos anónimos que ya han incluido en su rutina el gesto de guardar los tapones para donarlos por una buena causa. Pero también imaginaba a unos padres impotentes por tener que recurrir a la solidaridad en forma de tapón para poder ayudar a su hijo, porque en el macabro juego de la ruleta les tocó la casilla de un sistema injusto que se ensaña con los más débiles. ¿Quién quiere curar a su hijo a base de kilos y kilos y más kilos de tapones donados de forma altruista en un proceso en el que alguien, seguramente, obtiene algún beneficio antes de que llegue el dinero recaudado a ese niño enfermo?

He buscado con la mirada la caja de plástico que un día apareció en la redacción “para el niño que está enfermo”…¿Y ahora, qué haremos con los tapones? Me han dado ganas de tirarlos a la basura.

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Sobre mí

Marina Vallés Pérez (25/05/1976). Natural de Teulada (Alicante). Licenciada en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente soy periodista autónoma.



  • macu dice:

    Me gusta mucho tu blog.

  • Maite dice:

    Los tapones han cobrado un nuevo sentido. Aunque el volumen de las botellas en nuestro envase de reciclado sea 3 veces superior al volumen sin tapón, se ha convertido en un acto cotidiano guardar el tapón para es@s niñ@s…
    Nuestros hijos han aprendido que no siempre la suerte sonríe a todos por igual en la ruleta de la vida y para ellos guardar el tapón forma parte del ritual de la solidaridad

  • Xavier Estruch dice:

    Realment injust aquest sistema nostre, que estimem molt, però que cada vegada, si no posem remei, deixa fora a molts ciutadans que han de buscar-se la vida amb la nostra solidaritat. Mentre el sistema no canvie caldrà cercar taps de plàstic, per dissort…

  • Xelo dice:

    No Marina, no los tires……Qué triste, qué impotencia!!! Hay que continuar,otros los necesitan, por lo menos sirve para que se sientan apoyados, queridos,sepan que estamos con ellos!!!Gracias Marina por compartir «tus pensamientos» en este blog; a veces hace falta que nos recuerden que todos podemos ser sensibles!! Me gusta tu blog!!

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