Por un "attimo" que me permita disfrutar del sonido de la lluvia

Mi chico me regaló recién estrenado el 2016 una palabra italiana, attimo. No la había oído hasta entonces pero sonó suave, ligera, sensual, como suena el idioma italiano a oídos de los que hablamos español. “¿Qué significa?”, le pregunté. “Instante, momento”, me respondió. Me pareció una hermosa palabra. Se quedó revoloteando en mi cabeza y poco a poco se hizo un hueco en mi vocabulario. Desde entonces no he dejado de pensar en su significado, más allá del estrictamente gramatical.

Hace unos días mi hijo me preguntó: “¿Qué le vas a pedir a los Reyes Magos, mamá?”. Me pilló tan de sorpresa la pregunta que sólo supe contestarle que iba a pedirles mucha salud para él y para todas las personas que queremos. Hoy le contestaría que a los Reyes Magos les pediría muchos attimos en este 2016. Seguramente su rostro dibujaría la misma expresión de extrañeza que asomó a su carita cuando le dije que pediría salud a Sus Majestades, pero quizá algún día, si lee esto, pueda comprenderme un poco más, porque yo, sin duda, les pediría a los Reyes Magos muchos instantes para llenar mis cinco sentidos.

Yo, sin duda, les pediría a los Reyes Magos muchos instantes para llenar mis cinco sentidos

Un attimo para mi tacto, para acariciar otras manos, para sentir el agua fría en verano, el calor de una manta bajo la que taparme en invierno, la hierba mojada tras la lluvia, la piel rugosa de la naranja, el frescor de unas sábanas recién lavadas, la piel de un bebé o las “heridas de guerra” del patio de colegio de mi hijo.

Un attimo para mi olfato, para disfrutar del olor cada vez más escaso a tierra mojada tras una tempestad, a ropa limpia, a café recién hecho, al perfume que tanto me recuerda a alguien querido, a mi comida preferida, a la pólvora que lleva de la mano la primavera, a madera recién pintada o a pan aún caliente.

Un attimo para mis oídos, para escuchar las voces familiares, la radio y sus historias, la música a todo volumen en el coche cuando voy sola y canto sin complejos, la lluvia mientras estoy acostada en la cama, las olas del mar, el susurro de alguien a mi oído.

Un attimo para mi gusto, para saborear el primer café de la mañana, para disfrutar de una comida picante, un zumo ácido o un pastel de tres chocolates. Para estar abierta a nuevos sabores. Para saborear un beso, un bombón o una trufa.

Un attimo para mis ojos que me permita contemplar el mar en calma, una puesta de sol o la grandiosidad de una montaña, leer una novela que me emocione, llorar de felicidad por un reencuentro deseado o de pena por una película triste, o simplemente mirar con mis ojos a los ojos de las personas que quiero. Porque significará que ellos están. Y yo también.

No hay mejor instante que el que uno vive y disfruta con plena conciencia y a sabiendas de que ese, precisamente ese, ya no volverá. Habrá otros, mejores, peores, pero jamás iguales.

Por un 2016 lleno de attimos que atrapen nuestros sentidos.

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Sobre mí

Marina Vallés Pérez (25/05/1976). Natural de Teulada (Alicante). Licenciada en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente soy periodista autónoma.



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