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El desayuno del sábado adquiere para mí el sabor especial que proporciona prepararlo y tomarlo sin prisa, con el sonido de la radio de fondo, con la taza de café humeante y con la curiosidad de leer los titulares de los periódicos que asoman en formato digital a través de mi dispositivo móvil. En ese ritual andaba yo el pasado sábado cuando en la radio sonó la voz de una chica aparentemente joven. El periodista Javier del Pino la entrevistaba en el programa A Vivir que son dos días que dirige en la Cadena SER. Es doctora en psicología, psicóloga del SAMUR Protección Civil en Madrid y especialista en casos de suicidio. Se llama Teresa Pacheco y con su voz suave y firme aseguraba, a preguntas del periodista, que “el suicidio es una epidemia social, se quiera ver o no”.

Subí el volumen de la radio. “Es muy común en el día a día y creo que hay que hablar del suicidio”, proseguía  esta psicóloga. Frente a la teoría de que informar sobre suicidios incrementa el riesgo de imitación, ella opinaba que hay que hablar de ello, que “es un problema de salud pública que tenemos que ver y hacer ver, y poner en marcha estrategias para que disminuya. Es una necesidad urgente”. Teresa Pacheco aportó datos escalofriantes. Ocho personas se quitan la vida a diario en España. Hay más muertos por suicidio que por accidente y es la primera causa de muerte no natural en nuestro país.

El suicidio es una epidemia social, se quiera ver o no

¿Y por qué?, preguntaba el periodista. “Porque no ven otra salida. Porque sienten una enorme desesperanza”. Y a continuación describía, sin ningún amarillismo y con enorme profesionalidad y respeto, algunas de las estrategias que emplea para intentar convencer a aquellos que están a punto de suicidarse de que todavía hay razones para vivir, “enganches” como dice ella, a la vida.

No he dejado de pensar en su frase demoledora al principio de la entrevista. “Es una epidemia social”. Y he recordado al sociólogo polaco Zygmunt Bauman, que fallecía días atrás. Desde entonces, he visto publicados en las redes sociales muchos de sus  artículos y reflexiones en los que se rememoraba, sobre todo, su teoría del “Amor líquido”. Bauman decía que las relaciones humanas en la sociedad del capitalismo avanzado se caracterizan por “la falta de solidez, de calidez y por una tendencia a ser cada vez más superficiales, etéreas y con menor compromiso”. Somos cada vez más individualistas por temor, decía el sociólogo, “a que las relaciones fuertes se acaben convirtiendo en un peligro para los valores de autonomía personal”.

El “Amor líquido” también es ya una epidemia social, una verdadera tragedia colectiva. Hay una enorme desesperanza instaurada en la sociedad. A ella sobreviven, de alguna manera, aquellos que tienen recursos económicos y/o la suerte de contar con el apoyo de la familia y/o los amigos. Pero otros muchos se quedan por el camino. Aunque no hablemos de ellos. Aunque no salgan en los periódicos, ni en la televisión, ni se mencionen en la radio.

El café del sábado se quedó frío.

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Sobre mí

Marina Vallés Pérez (25/05/1976). Natural de Teulada (Alicante). Licenciada en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente soy periodista autónoma.



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