–¿Qué te pasa, Santi?, le preguntó Emilio, a medio camino entre la extrañeza y la preocupación.
–Estoy jodido, Emilio.
–Tú eres tonto, Santi.
Así, de un plumazo, se despachó Emilio las preocupaciones que arrastraba su monitor deportivo. No entendía a qué venía aquella cara tan avinagrada de Santi, aunque en el fondo le sabía mal verle tan cabizbajo. Poco podía pensar él que aquel día, años atrás, en un encuentro en València con más de 2.000 personas con discapacidad intelectual, iba a marcar el inicio de una amistad y una complicidad entre ambos que rompería muchas barreras. Y sí, la contundencia de Emilio diciéndole a su monitor que era tonto, probablemente fue un acicate para Santi, que sintió aquella colleja como una mano amiga.
Emilio tiene síndrome de Down. Es usuario de la Fundación Espurna de Gandia, un centro de atención integral a personas con discapacidad intelectual donde cada día, como el resto de sus compañeros, acude a trabajar, a hacer deporte, a convivir con el resto de usuarios y monitores y en definitiva, a desarrollar y potenciar sus capacidades.
Un buen día, Emilio salió de su anonimato. Lo hizo, sobre todo, a través de la red social de Facebook. Su monitor deportivo empezó a subir vídeos en los que podíamos ver a Emilio enfadarse en medio de un partido de básquet, dar consejos saludables en plena caminata en compañía de Santi, trabajar en el centro especial de empleo de Espurna, llorar al ver quemarse la falla del centro que tanto había costado de montar, cantar una saeta que tan bien se le dan a este vecino de El Campillo, presentar un acto de la Fundación junto a la alcaldesa de Gandia, Diana Morant, hacer trampas para librarse de tener que hacer ejercicio físico o participar en un programa de deportes en Radio Gandia SER entre otras muchas andanzas del pícaro de Emilio.
Y todas las grabaciones tienen una particularidad: ambos, monitor y usuario, interactúan desde el principio con una complicidad arrolladora. Santi le pregunta algo, Emilio le responde, Santi repite los argumentos de Emilio por si algo no queda claro, Emilio se reafirma…y todo ello en medio de la risa y el humor más auténtico, el sano, el puro, el inocente, el bonito.
Al principio parecía hasta una provocación, un monitor de una entidad dedicada a atender a personas con discapacidad promoviendo en las redes sociales la parte más cómica y desenfadada de alguien que tiene síndrome de Down. Sin embargo, con el tiempo, Emilio se ha convertido en un personaje queridísimo en Gandia que da visibilidad, como nadie, a la normalidad con la que vive, siente y actúa una persona con discapacidad intelectual.
Emilio se ha convertido en un personaje queridísimo en Gandia que da visibilidad, como nadie, a la normalidad con la que vive, siente y actúa una persona con discapacidad intelectual.
Su monitor lo define como alguien cariñoso, gracioso, cabezota, muy sentido, metódico y, por encima de todo, muy muy amigo de sus amigos. Y es ese, justamente, el Emilio que se asoma en cada vídeo y con el que uno no puede dejar de reír y hasta de emocionarse. Y el mérito, sin duda, también es de aquel que está al otro lado del móvil grabando e interactuando. Santi ha tenido la sensibilidad de no traspasar esa fina línea que separa la dignidad de la burla. O incluso de la compasión. Y ha conseguido que Emilio forme parte del paisaje de la ciudad; que le acompañemos en su día a día; que busquemos camisetas XXL para regalarle porque estrenar camisetas de todas las marcas, publicidades y colores es lo que más ilusión le hace; que nos riamos con él y suframos con él, en definitiva, que le queramos. Aunque no creo que lleguemos a hacerlo con el cariño y la complicidad con que se quieren ellos dos.