Ilustración de Tetyana Karaban

Mi 8 de marzo de 2020 lleva por título “Devastación”. Es el texto con el que he tenido el privilegio de participar en la exposición multidisciplinar Donart, cuya comisaria ha sido la escritora y poeta Adriana Serlik y en la que 31 mujeres hemos creado, dibujado, escrito y fotografiado a la mujer a través del arte. Me ha resultado emocionante comprobar cómo, a partir de una misma frase propuesta por Adriana: “laboriosamente fui cosiendo los vestidos de la vida”, cada una hemos concebido nuestro particular homenaje a las mujeres desde puntos de vista muy dispares y enormemente enriquecedores. Ha resultado una auténtica explosión de talento por parte de todas mis compañeras artistas y me ha hecho sentir privilegiada por poder canalizar, a través de la escritura, mi particular recuerdo a todas las mujeres que algún día fueron víctimas del zarpazo de la violencia machista y ya no pudieron zafarse de ella. Me acuerdo, especialmente, de las que jamás contaron con leyes, ni medios, ni apoyo social. Sólo silencio y miedo. Este es mi homenaje para ellas:

Mi abuela apenas habla. El médico dice que su afonía es propia de los achaques de la edad, pero yo creo que tiene la pena agazapada a su garganta. Desde que falleció mi abuelo, su cuerpo se ha tornado menudo y hueco, su rostro ha palidecido y ya sólo adivino en sus ojos el reflejo de los surcos que pueblan su piel. La interrogo con la mirada y ella rehuye contestarme. ¿Por qué no retoma su vida, ahora que su verdugo ya no está? ¿Por qué no vuelve a tejer su mundo? ¿Por qué no deja a un lado la ropa vieja, los calderos, los trapos sucios y la tristeza?

Me enfado desde mi atalaya repleta de empoderamiento y de sororidad hasta que extiendo mi mano para coger la suya. Su cuerpo está devastado por el maltrato silencioso, por el dolor fantasma infligido durante años, por la ausencia de una vida propia para vivir, solamente, la vida de aquellos que poblaron su casa y a los que sirvió cual mecanismo de precisión.

¿Y ahora que ya no están? Ahora ya no sabe reconstruirse, rechaza empezar de nuevo tan tarde, se repliega en su propio mundo porque no se ve con fuerza para abarcar nuevos mundos. Es otra generación de mujeres abandonadas a su suerte, que ya no pueden alzar la voz porque la pena les corroe las cuerdas vitales. Aprieto su mano con dulzura. “Yo alzaré la voz por ti, por ellas”, le digo. Me mira y creo adivinar una sutil sonrisa en medio de la devastación.

*Donart se puede visitar hasta el 28 de marzo en la sala Carroç i Centelles del Palau Ducal y en la sala Tossal, de Gandia.

*Ilustración cartel: Tetyana Karaban

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Sobre mí

Marina Vallés Pérez (25/05/1976). Natural de Teulada (Alicante). Licenciada en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente soy periodista autónoma.



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