El frío ha vuelto. O quizá nunca se ha ido del todo, desde aquel 14 de marzo de 2020 en que nos encerrábamos en nuestras casas para combatir una pandemia mundial. Han pasado 8 meses desde entonces, y lejos de atisbar el horizonte, nos sentimos cada vez más hostigados por prohibiciones, normas, horarios y sobre todo, abultadas cifras de sufrimiento. Estamos cansados, tristes, enfadados. Y tenemos miedo a contagiarnos.

Los expertos lo llaman “fatiga pandémica”, es decir, agotamiento mental causado por el impacto del coronavirus en nuestras vidas. Cuánto me acuerdo de Mafalda y su conocida frase: “Paren el mundo, que me quiero bajar”. ¿Cómo abrigar el alma en medio de tanto frío?

Desde que se declarara la pandemia de la Covid-19, multitud de expertos nos han dado consejos de todo tipo para mitigar los efectos negativos que nos provoca esta situación sobrevenida. Pero si hay uno en el que coinciden muchos, es en el beneficio sanador de la meditación. ¿Por qué? Me he preguntado muchas veces. ¿Por qué mantener la cabeza centrada sólo en la propia respiración es tan curativo, y sin embargo, en general, nos cuesta tanto?

Respirar de forma consciente es un reto que nos devuelve a nuestro estado más primigenio, al momento del nacimiento. Lo primero que hace un bebé al salir al mundo exterior, por pura supervivencia, es respirar (leo que el bebé toma la primera respiración al cabo de aproximadamente 10 segundos después del parto). Y paradójicamente, en medio de una pandemia provocada por una enfermedad que afecta al sistema pulmonar y que nos obliga a tapar  boca y nariz con mascarilla, respirar de forma consciente, apartando cualquier otro pensamiento, es casi, casi, un regalo.

Por suerte, existen muchas personas que han aprendido a meditar y pueden, a su vez, enseñarnos. Y también  las nuevas tecnologías han traído consigo voces maravillosas que, a través de la meditación, guían a quien quiera dejarse mecer por su respiración. En cada inhalación uno aspira toda la energía positiva de la que es capaz y en cada exhalación, deja ir la tristeza, el dolor, la preocupación. Escuchar la propia respiración es la única forma de mantener el silencio mental en medio de tanto ruido emocional. Y al abrir los ojos, aunque la pandemia siga inundando titulares y los problemas sigan acechándonos, al menos habremos abrigado un poco el alma para enfrentarnos al frio exterior.

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Sobre mí

Marina Vallés Pérez (25/05/1976). Natural de Teulada (Alicante). Licenciada en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona. Actualmente soy periodista autónoma.



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